Wednesday, December 07, 2011

De políticos y de lectores.


(Entrevista.- ¿Dígame usted Sr. Pre-pre-candidato el nombre de tres libros que lo hayan marcado? -El directorio telefónico del D.F. que me cayó en el pie y me reventó el dedo chiquito, el compendio de Memín Pingüín que se despintaba y me marcó la camisa, y las obras completas de Yolanda Vargas Dulché que engargoladas me marcaron las manos durante tres semanas-.  –Insisto Sr. Pre-pre ¿me puede decir el nombre de tres obras y de sus autores? –Desde luego, Física I, Física II y Fisíca III, de Salvador Mosqueira, Salvador Mosqueira bis y Salvador Mosqueira tris-, -¿Me puede decir las partes de la Biblia?- -Por supuesto, el antiguo testamento, el nuevo testamento, y el mes del testamento.- Tan-tan.)
Coincido en una reunión con el señor Gobernador a quien yo imaginaba encerrado (como se acostumbraba) preparando su informe, pero ¡no!, tan quitado de la pena, sin disminuir un ápice el ritmo acelerado que le caracteriza sigue con jornadas extenuantes de trabajo con breves espacios de recreo. Le abordó en el recreo y a bocajarro le espeto ¿Cuáles son los tres libros que te han marcado? Suelta la carcajada y una palabrota de la que no acuso recibo, -¿Empezamos con los más antiguos?- No tanto, le digo, digamos de la adolescencia, - Te diré, de entonces “El Extranjero” de Camus, y “La peste”, y  “La caída”, de Hermann Hesse “Siddhartha”, “El lobo estepario”, “Demian”, “El juego de abalorios”, de Friederich Nieztche “El Anticristo”,  “Así hablaba Zaratustra”, de Lobsang Rampa “El tercer ojo”…-  le interrumpo groseramente – Oye, pero Lobsang Rampa era un farsante, un inglés que se hacía pasar por monje tibetano-, -pero lo leí- me replica – y también “El cordón de plata”, “La sabiduría de los ancianos” y otros de él y le sigo, si quieres, con los más recientes, alguno que me has regalado y alguno que te he regalado- - ¡Prueba superada! Le digo y a otra cosa-. Carlos Lozano de la Torre pertenece a una generación contestataria marcada por grandes autores, por lecturas clásicas y de aventuras y por reflexiones filosóficas que ayudaban a conformar el carácter y el pensar.  
Me acuerdo que el profesor Enrique Olivares Santana se encontraba también siempre al día, de las noticias, de las obras de arte, de los libros, de los chismes. Con su característica parsimonia solía preguntar ¿Qué dice el mundo? Y escuchaba, algo fundamental para un político. Escuchaba. Se decía, no lo sé de cierto, que cuando no tenía el tiempo para leer alguna novela de actualidad o algún ensayo de interés, le preparaban resúmenes que respetaban el estilo y daban cuenta cabal de la anécdota y la temática, algo así como los libros condensados de Selecciones del Reader’s Digest que fueron la puerta por la que muchos entramos a lecturas más completas y más profundas. Por cierto el escritor Severo Mirón, cronista, comentarista, crítico y compositor (autor entre otras canciones del famoso corrido “Ifigenio el Sombrerudo” y del lacrimosísimo bolero “Como un perro”) cuyo verdadero nombre fuera Julio Samuel Morales Ferrón, mantuvo durante muchos años una columna semanal que se llamó “Platícame un libro” que luego llevo a la radio y de cuya lectura o escucha una persona medianamente atenta podría aprender el remedio y el trapito, es decir el nombre del libro, el autor y la trama.
(Informes de diputados.- Diálogo pescado al pasar.- -¿Vas a ir al informe del diputado fulanito?-, -¡Cómo!, hasta donde yo sabía el Congreso es un órgano plural pero es uno sólo, y las resoluciones son del Congreso y la actuación es del Congreso y el Congreso es una autoridad-, -Pues será el sereno, pero cada diputado da su informe-, -Oye, pues es tan sin sentido como si en el informe de labores del trío “Los Panchos” cada unos de los integrantes quisiera hacer su propio informe, imagínate en la sinfónica-, -Pues ni más ni menos, así es-, -Y por curiosidad ¿Quién lo paga-, -¿Cómo quién?, la democracia, amigo, la democracia.-)
En las librerías se encuentran varias ediciones con resúmenes de libros clásicos. Una de ellas en una edición razonablemente bien presentada ofrece 1,000 libros resumidos en un volumen de aproximadamente mil páginas. Lo que a un político ocupado, considerando un promedio de 200 páginas por libro, ahorraría la lectura de 199,000 páginas y si es medianamente atento y retentivo, podría recordar más de tres nombres de libros y más de tres autores y podría, más o menos, platicar de ellos como si los hubiera leído y no pudiera explayarse en su comentario por sus múltiples ocupaciones y responsabilidades.
Por supuesto, amable y suspicaz lector, todo este recorrido por los cerros de Úbeda librescos, no obedece a ninguna otra razón que no sea el tema de actualidad “los libros favoritos de Enri-que-Pena Nieto” que ha provocado más comentarios, burlas y chistes que los mejores días de Ninel Conde. Habemos adictos a la lectura que podríamos considerar un pecado mortal de la cultura, el no haber leído durante una vida tres libros que hayan dejando una impronta en el ser. Benévolamente, podríamos aceptar que un político no requiere leer literatura, aunque sería deseable, no requiere leer ensayo, aunque sería recomendable, no tendría que leer completa La Biblia, aunque no le haría ningún daño, cuando lo que importa es que en su actividad y en su función rinda buenas cuentas.
Aquí viene lo criticable: Que un señor que no puede recordar el nombre de tres libros y de tres autores se nos quiera vender como autor de un libro. ¿De veras habrá quien pueda creer que él señor escribió el libro que anuncia como suyo?. Que ese señor vaya a la feria del libro más importante de México por no decir de Iberoamárica, la Feria Internacional del Libro de la U. de G. y rodeado de decenas de miles de libros no atine el nombre de tres. Que pretenda haber leído y no pueda citar ni uno solo, bueno, sí, la Biblia a medias. Y lo peor, la reacción en las redes sociales, las majaderías en la cuenta de su hija, la minimización del incidente en su propia cuenta, y la explicación sosa, reiterativa y palabrienta que en un noticiero radiofónico nacional perpetró al día siguiente. No, el pecado mortal no es leer, ¡ese es venial!, el pecado mortal para un político es el galimatías que se hizo para justificarse. ¡Ojalá que aprenda la lección!. Al fin que no se postulará para hacer resúmenes de libros.
(Chifladura de los diputados federales.- Los diputados creen - iba a escribir piensan, pero no me animé – que la mera aprobación de las leyes es suficiente para que se modifique un comportamiento social, y al margen de todo estudio, de antecedentes de otros países y del nuestro aprobaron la cadena perpetua para los secuestradores. Señores diputados, ¡hasta cuándo van a entender que la cuestión no es la pena, sino la impunidad!. Así se apliquen una, dos o más cadenas perpetuas, la impunidad y la corrupción persistirán. ¡Ah! Y el mal ejemplo amenaza con contagiar al congreso de nuestro estado.)



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