Por: Jesús Eduardo Martín Jáuregui
Pregunta el viajero bien abrigado al indio semidesnudo: -¿No tienes frío?-,
-¿Tu tienes frío en la cara?- contesta, a la vez que pregunta socarronamente
y remacha - ¡Todo es cara! -.
Prefacio fuera de tema: Por la comunidad universitaria hablaron una decena. Es legal, pero ¿es legítimo?.
(Remate de Directorios Telefónicos.- Si Ud. amable lector es uno de los miles y miles de aguascalentenses que inexplicablemente no recibieron su nuevo directorio telefónico, no se preocupe, en el tianguis de la plaza de armas los encargados de repartirlo gratuitamente lo están vendiendo. No se sabe si este negocio también sea del empresario de la década: Carlos Slim.)
El cuentito del indio encuerado me vino bien para entrar en calor porque en los días que vivimos en nuestra desgraciada ciudad (y desgraciada, como hubiera dicho el Dr. Desiderio Macías Silva, no lo digo por ofensa sino por compasión), ya no se sabe que es zona de tolerancia, o mas bien, como para el indio que todo el cuerpo es cara, para la ciudad toda es zona de tolerancia. El desorden y la suciedad nos invaden desde el pomposamente llamado centro histórico hasta donde la vista alcance, que alcanza muy poco, porque la contaminación visual de los anuncios espectaculares que nos ahoga nos impide cualquier contemplación de paisaje.
La plaza de armas se encuentra engalanada con multicolores puestos de jotdogs, de tamales, de papas fritas, de tostachos, etcétera, sin faltar desde luego el establecimiento de frutas ubicado contraesquina de Palacio de Gobierno que sigue operando sin las más mínimas condiciones de higiene, pero eso sí, protegido por las autoridades que hasta la electricidad le pagan. Frente a catedral un arbolote, anuncio de una compañía embotelladora, pregona toda clase de motivos navideños nórdicos (tip para los chauvinistas trasnochados). En todo el centro histórico las banquetas son intransitables. Multitud de puestos desplazan a los transeúntes hacia el arroyo de las calles. Los coches se estacionan en todas partes además de en los lugares autorizados. ¡Ah!, casi se me olvidaba, los tianguistas de la calle Nieto volvieron a provocar el caos de la circulación en el primer cuadro con el cierre de la calle. En fin, amable lector, que si Ud. no tiene la desgracia de vivir en el centro, procure no entrar a el. Ahora que, si es Ud. amante de las emociones fuertes o tiene disposición para el masoquismo, se siente con madera de mártir, o bien como algunos cada vez mas pocos ilusos abriga la esperanza de que algún día alguna autoridad cumpla con la ley, llegue al "centro histórico" bajo su propio riesgo.
(Lavoisier en la publicidad.- "Los anuncios no se crean ni se destruyen sólo se trasladan". Desaparecieron las cortinotas plásticas publicitarias que afeaban la venerable Casa de la Cultura...pero reaparecieron en la casa solariega de los marqueses de Guadalupe ahora convertida en el Palacio de Gobierno. )
En esta ciudad gazmoña había por allí por los treintas un Reglamento de la Prostitución de lo más curioso, siempre que lo contemplemos desde la perspectiva actual. Entre otras cosas se señalaba que las prostitutas no podían salir a la calle entre las ocho de la mañana y las dos de la tarde y entre las cuatro de la tarde y las ocho de la noche, de manera que prácticamente les estaba vedado ir de compras como no fuera al mercado y muy de mañana. Además se establecía la clasificación de las mancebas de las casas de asignación (¿resignación?) en tres categorías. Aunque el reglamento no señala expresamente cuales debieran ser las aptitudes y características que debiesen tener las cortesanas siempre he pensado que el clasificarlas debe haber sido un trabajo interesante y por que no decirlo sin duda extenuante. Otro detalle chistoso es la regulación de los "chulos" de burdel. En este caso se establece una presunción "iuris tantum" (que admite prueba en contrario como cualquiera de mis alumnos...debería saber), señalando que se reputa "chulo" el que pernocte tres noches consecutivas en un burdel o en una casa de asignación.
Al margen de lo anecdótico resulta interesante el hecho de que en ese tiempo el Ayuntamiento de Aguascalientes hubiese considerado necesario o conveniente regular lo irregulable, casi tan absurdo como la existencia de las llamadas "zonas de tolerancia". Lugares que por definición se encontrarían al margen de las regulaciones legales y que sin embargo el ayuntamiento regula, expide licencias, cobra derechos, se hace de la vista gorda en lo que le parece y pone el grito en el cielo cuando no le parece.
Y aquí viene el "quid". ¿Qué es lo que se tolera? ¿Hasta dónde se tolera? ¿Quién fija los límites? y desde luego ¿Para qué, además de llenar los libreros de los abogados y justificar el cobro de sus honorarios, sirve la ley? ¿Para que, además de llenar la boca de las autoridades con su mentado estado de derecho, sirve la legislación? ¿Para que tanto esfuerzo, estudio, debate, si finalmente será el capricho o el talante de un funcionario el que decide hasta donde da el "ancho de la vara".
Fue Lord Atkon quien preconaba que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente y quizá la más peligrosa cara de la corrupción es aquella en la que el funcionario considera tener la autoridad moral para decidir por encima, por debajo o al margen de la ley, dándose a sí mismo las justificaciones o lo que es peor asumiendo la no necesidad de justificar sus decisiones por ser la encarnación de la justicia, de la equidad y del derecho.
Para evitar eso existe la ley.
Es corrupción no cumplirla.
(Se niega a morir.- Después de mas de diez años de un proceso complicado, engorroso y costoso para el contribuyente, que por añadidura se prestó para defraudaciones fiscales, el pasado 30 de noviembre se declaró la conclusión y cierre operativo del Programa de Certificación de Derechos Ejidales en el estado, sin embargo persistirán sin sentido el catastro y el registro agrario.)
¿Que dijeron, ambles lectores? Que se me olvidó la zona de intolerancia. ¡Pues no!. Esto fue la zona de intolerancia de Aguascalientes y están Uds. cordialmente invitados a la intolerancia contra las autoridades tolerantes.
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