Morderse la lengua: dícese de quien al hacer una alusión ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
(Concesiones de más ¿Y notarías?.- Al banquillo de los acusados quien dio concesiones de mas. Desde luego uno supone que como dicen que dice la Bibla "la hoja del árbol no se mueve sin la voluntad de Dios". Da gusto que se cuestione la legalidad de los hechos pasados porque hace concebir la esperanza, todavía no muy fuerte, de que los nuevos se conducirán con apego a la legalidad.)
Confío en que los correctores siempre tan acuciosos y que más de alguna vez me han hecho el favor de enmendarme con razón la plana, en esta ocasión no hayan caído en la tentación de ponerle mayúscula a la palabra mesías, y es que por esta vez no me refiero al Uno, sino a las referencias coloquiales, que para variar, el señor Presidente de la República L.A.E. Vicente Fox y Sra. Fox, nos obsequiaron esta semana al alertar al pueblo de México contra los falsos mesías que no tardarán en aparecer, que criticarán todo lo realizado y ofrecerán soluciones mágicas. Palabras mas palabras menos, el "tlatoani" habló, lo que desde luego es una redundancia porque los nahuas llamaban así: tlatoani a su jefe máximo, el amo de la palabra, o bien el que tiene la última palabra, o bien para que mejor me entiendan los casados, la señora de la casa, la jefa, pues.
Y ya que andamos con la etimologías (siempre se me apachurra el corazón recordando al maestro Desiderio Macías Silva) me encuentro que Guido Gómez de Silva en su Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española asienta que mesías es 'persona a la que se espera como liberadora de males o salvadora; (en el judaísmo) librador futuro de Israel': latín tardío messias, del griego messías 'mesías (liberadaor de Israel)', del arameo meshîhã, del hebreo mâshîah 'ungido; el Mesías', de mâshah 'ungió'. En pocas palabras que no nos vendría nada mal un mesías de a de veras porque los de a mentiras, incluido el tlatoani en turno, ya nos dieron a llenar.
A propósito de enchiladas, seguramente mas de algún lector recordará, o por mejor decir, si tengo más de un lector, quizás recordarán el delicioso libro de Don Daniel Cosío Villegas "El estilo personal de gobernar" en donde por primera vez desde la consolidación del pri-gobierno se hacía un desmenuzamiento de la personalidad presidencial en acción, el en turno era el licenciado Luis Echeverría, trabajador incansable, cuidadoso hasta en el menor detalle, convencido de encarnar el redentor de la patria, y al que no exento de "gatos" definió José Fuentes Mares en su no menos delicioso libro "Nueva Guía de Descarriados" como: "un político activísimo, locuaz, mesiánico y tarado". Seguramente la historia de México, corrijo: la triste historia de México, recorrijo: la triste historia del triste México ha estado plagada de mesiánicos.
(Antidopings.- Me pregunta Pifanio Aspiros: ¿Oiga Lic. Ud cree que sean de confianza el laboratorio estatal y el de Periciales?, ¿Por qué? contesto a la vez preguntando y jugando al inocente, -Pues porque el antidoping que les hicieron a los policías se los hicieron en otro laboratorio-.)
Mesiánicos fueron sin duda en su momento: Agustín de Iturbide, Guadalupe Victoria, Maximiliano de Habsburgo, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Lázaro Cárdenas, y de allí en mayor o menor medida hasta el chaparrín geniecillo y para muchos perverso Carlos Salinas, quizás con las excepciones de Manuel Ávila Camacho, Adolfo Ruiz Cortines y Ernesto Zedillo a quien a instancias de algunos tenaces amigos lo tengo sujeto a revisión (pa' lo que le ha de importar), pero sin duda la máxima encarnación del mesianismo está reservada en México para el Guerrero Inmortal de Cempoala, el de la espada inclemente, Su Alteza Serenísima Don Antonio López de Santana.
Vicente Fox encarna la aspiración del mexicano promedio con su fatal admiración a los güeros, del mexicano que ahora se disfraza de texano, que imita sus andares y sus modos norteños, que se divierte con remedos de rodeo, que disfruta una música híbrida y que alterna los tacos con los jotdogs y las garnachas con las amburguesas, que se comunica en un dialecto-slang en que la palabra "güey" o "way" es un comodín que sustituye diez mil palabras del español y que asume una postura retadora frente a los pobres burgueses náufragos de una clase media a pique que ni en el mundo los hacen. Fox con un desenfado a ratos caminando por el borde exterior de la majadería y su calculada postura iconoclasta hizo concebir la esperanza de que todo cambiaría en "quince minutos". Habría empleo, habría riqueza, habría amor, habría chilpayates, y habría que comer para los chilpayates. De todo ello lo único que sigue habiendo y mucho son los chilpayates.
Ya la semana pasada el L.A.E. Fox y Sra. Fox había zarandeado el avispero cuando inopinadamente externó que el E.Z.L.N. "es cosa del pasado" (sic rebus stantibus) que no quiere decir que así estaban rebuznando sino que así estaban las cosas, del latin res: cosa. La directora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas Xóchitl Gálvez se apresuró a aclarar que se malinterpretó al señor Presidente. Por enésima vez se le malinterpreta. Sin embargo la espina ya estaba clavada en los ánimos libertarios.
El Presidente no tuvo que ir a Roma por la respuesta, empezando muy de mañana por el Defelagarto Andrés Manuel López Hablador (¿por qué no se levantará mas tarde? tendría menos tiempo de hacer cosas), quien recordó los quince minutos chiapanecos, el crecimiento sostenido de la economía de un siete por ciento, el millón de empleos anuales y otras mesianidades del candidato Fox todavía sin señora. Tras López Obrador, el coro, incluyendo al suscrito que habla, que piensa que para mesías hubo uno y lo demás son fregaderas, o como dijo Lupe Sosías: "No pos sí, no cabe duda, como Dios...pocos".
(Allanadas las narcoficinas.- Los penales llamados de alta seguridad se habían convertido en los feudos de los zares de la delincuencia en ellos recluídos. El cohecho o el temor habían logrado que se enseñorearan convirtiéndolos en sus auténticos centros de operaciones. Ahora claman la violación de sus derechos por el allanamiento de que fueron objeto. De que los hay, lo hay, y ni trabajo da hallarlos.)
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