(Cajerito en la gloria.- Manuel Benítez Carrasco describe en verso una juerga flamenca en el cielo con don Ramón Montoya tocando por bulerías, mientras la Virgen con bata de cola baila y hasta el santo mas serio que es San Pedro lanza un olé. Héctor Sergio Palacios, “el gordo”, Cajerito de Jérez para los cabales, desde ayer completa el cuadro y rompiendo palmas estará en el tablao celestial. Acá, toda la vida entre gitanos y payos, allá nomás la gente chipen. Sus compadres, impacientes lo esperaban, Ramón, Méndez, allá lo tienen, y apártenos un lugar. ¡Descansa en paz, gordo, amigo cabal!.)
El pasado viernes la UAA festejó el cumpleaños de la creación del Defensor de los Derechos de los Universitarios, ombudsman le dicen, que actualmente encarna muy dignamente Pepe Silva García, ex-alumno y amigo, hijo de Pepe Silva Badillo, también colega abogado y también amigo. El acto de conmemoración estuvo presidido un rato por el señor rector Don Rafael Urzúa Macías, a quien pensaba platicarle que cuando su abuelo, el insigne Dr. Rafael Macías Peña, fue rector del Instituto de Ciencias de Aguascalientes mi papá a la sazón estudiante también fue prefecto, y tenía la tarea, ingrata a sus compañeros, de llamarles la atención por las faltas o por las indisciplinas, pero en fin recibía alguna prebenda económica que le ayudaba en su orfandad.
Participaron en el acto la maestra Marcela Martínez Roaro, muy informada, muy preparada, muy conocida en los medios de grupos socialmente preteridos, el Dr. Mauricio, (no me acuerdo de su apellido y mis apuntitos se perdieron), que vino de la Benemérita (asi le dicen) Universidad de Puebla, quien tuvo una ponencia seria y discreta y que intentó sin éxito, reducir mi intervención a la seriedad que me sacudí hace algunas decadas, y Mauricio Polina, a quien me hubiera encantado decirle, no pude y por eso lo escribo, que tuve una gran admiración y afecto para su padre, el ingeniero Felipe de Jesús Polina, y que si por las vísperas se sacan los días, comprendo su entereza y su valía, y eso que nomás hablo del cincuenta por ciento. El ingeniero, espero no ser indiscreto, tuvo un accidente que frustró su carrera como concertista de violín, pero su gusto por la música se expresó en múltiples formas, asumió su limitación para una determinada actividad pero amplió su panorama en todas las demás.
(Alcoholímetro en la notaría.- Pues según el criterio de la justicia federal en un asunto que involucra a tres compañeros notarios, habrá que tener un alcoholímetro para ver si un cliente se encuentra en condiciones de otorgar una escritura, también habrá que preguntarle si está sujeto a tratamiento médico, en particular sicológico o siquiátrico, escudriñar en su intimidad y para no errarle mandarlo a hacer un sicoanálisis, una carta astral, una limpia, pruebas serológicas, luéticas, VIH, etc., y luego exponernos a una denuncia por discriminación o por invadir aspectos privados. Cómo decía mi maestro Guillermo Colín Sánchez ¡Esas son jaladas!)
Ah olvidaba decir, que aquella tarde, aquel grupo académico estaba integrado también por mi menda, y que el tema a desarrollar en el panel conmemorativo fue “La discriminación en la universidad”. Es cierto, como decía Nieztche que el amor es el estado en que mas ve el hombre las cosas como no son, mi amor por la universidad no me permite percibir que exista una discriminación entre los universitarios. Disiento desde del señor Rector que dijo que los maestros “sabelotodos” eran una forma de discriminación, yo creo que también los zafios, los necios, los ignorantes, podemos ser discriminadores. La discriminación no es mal trato, sino trato diferenciado por razones ideológicas, aún cuando las “razones” aduzcan calidades objetivas, como el color de la piel, o la preferencia sexual, o la práctica religiosa, existe un trasfondo ideológico que es lo que hace asumir una toma de posición diferenciadora que relega o desplaza, resultando un trato inequitativo.
Me parece que afortunadamente la población aguascalentense en términos generales, es abierta, tolerante y de alguna manera también respetuosa. Probablemente debido a su condición durante muchos años de ciudad de paso, a su conformación heterógenea, a la no existencia de una pretendida aristocracia como en Puebla, Morelia o San Luis Potosí, a su condición republicana, a su “neutralidad” que la hizo ser sede de la Convención Revolucionaria, refugio durante la revolución cristera, y ojo del ciclón antes de que sus propias autoridades comprometieran su paz y tranquilidad.
La condición de ciudad abierta y la de ser casi ciudad estado que hace que sea homogénea la idiosincracia de la población estatal, se refleja también en la universidad. La convivencia entre alumnos, la de maestros y alumnos, la del personal administrativo con ambos, es armónica, sin grandes tensiones y fundamentalmente con la convicción de que hay una tarea común que cumplir.
Pero si no hay discriminación entre universitaros, me parece que si hay una discriminación para universitarios a partir, fundamentalmente, de disposiciones legales y reglamentarias. Hay una relegación por razones de edad, los viejos y los no tanto, mayores de cuarenta años, no pueden aspirar a plazar especiales mejor remuneradas que provienen de apoyos especiales, en general las becas y estadías en otras instituciones se reservan para los jóvenes. Hay un procedimiento discriminatorio de sanciones del que yo mismo fui objeto durante el rectorado de Felipe Martínez Rizo, siendo decano del centro de mi adscripción Bonifacio Barba Casillas, diz que defensor de los derechos humanos. Me iniciaron, sin haberme escuchado previamente, un procedimiento para separación definitiva como maestro por “ir a firmar y no dar clase”. Es decir “descubrieron” después de 25 años de maestro que iba a la universidad a ganarme 40 pesos sin trabajar. Las cosas se aclaron y quedó en una amonestación por no pasar lista de asistencia. Un incidente reciente puso de manifiesto nuevamente, que en la universidad carecemos de un sistema sancionador en que se respeten las mínimas formalidades de un proceso acusatorio, ¡vamos! ni siquiera las de un procedimiento inquisitorio. Por otra parte, el hecho de que sea el Rector el que tenga que imponer las sanciones, le carga una tarea ingrata, eventualmente desgastante, le expone a críticas fundadas e infundadas, y le distrae de tareas mas importantes. Es necesario la creación de un sistema o mecanismo legal, que libere al rector de esa carga y que permita que se cumplan los mínimos de un procedimiento sancionador. Finalmente merece la pena reflexionar sobre el hecho de que los universitarios podemos elegir al presidente de la república, podemos elegir a los senadores y diputados, podemos elegir a los alcaldes, pero no podemos elegir a las autoridades universitarias. Hay razones, las conozco, no las comparto. Tres ejemplos, insisto, no de discriminación entre universitarios sino para los universitarios.
(Control de ONGs.- Me dijeron, a mi no me lo crean, que un diputado local, menos mal, declaró que era necesario regular a las organizaciones no gubernamentales. Me imagino que el fuero constitucional de que gozan los representantes populares no comprende la ignorancia y me imagino que el ser diputado no es excusa para desconocer la ley. No estaría mal que en vez de los cursitos y las excursiones que para nada les sirve, les pusieran a alguien a leerles las leyes. Por lo pronto, podrían conocer la regulación federal de las organizaciones de la sociedad civil y por no dejar la legislación local que obliga a su registro en el DIF.)
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