Friday, February 11, 2011

Rescatar una casa…rescatar el Centro

De lo que pasa en el mundo,
por Dios que no entiendo na’
el cardo siempre gritando
y la flor siempre callá…

(Coplilla gitana)


Si usted amabla o amable lectriz o lector, por utilizar un lenguaje foxísticamente incorrecto, ha vivido más de dos décadas en Aguascalientes entenderá inmediatamente que al hablar del Centro, no puede ser otro que el de la Plaza de Armas, la Exedra, el Palacio de Gobierno, Catedral y el Francia que ahora le dicen Sanborns, un centro que tenía un sabor propio, con una que otra vendimia pero no, con el sabor a mercado que ahora tiene, con un lumpen-danzante-azteca, puestos de frutas por dondequiera, carros alegóricos de jot-dogs, “coyotes” a la caza de presuntos braceros o presuntos turistas, líneas eléctricas furtivas, diablitos les dicen, y una variada colección de vendedores de todo tipo de mugres y chucherías que desvirtúan el sabor tradicional del Centro. Y vamos, que todo mundo tiene derecho a hacer su lucha, pero para eso están los mercados. Aunque con eso de que los comerciantes establecidos se salen a la calle y a los que están en la calle los quieren establecer, ya no se sabe bien a bien quien estará en lo correcto.
Como remate de la plaza de Armas, de la que era la antigua calle de la República, hoy plaza de la República, en la calle Galeana, si no la mas antigua, si una de las más antiguas de la ciudad, hay, entre la tintorería Elite del amable José “Ché” Sánchez, aguascalentense nacido en Teocaltiche y el templo del Ave María, donde tantos años sirviera el padre Chuy Romo, una vieja casona, emblemática de nuestra ciudad. Una construcción sobria, discreta, casi modesta, con el señorío del equilibrio y la armonía, con su poquito de orgullo, porque es justo que lo tenga diría Atahualpa Yupanqui, de pertenecer a una ciudad eminentemente republicana, sin abolengos desvaídos, sin alcurnias de oropel, sin más “tuvos” que los de las cañerías, ni más aspiraciones que “el progreso y la paz”, como dice el himno del estado. Quizás por lo queda dicho, la casa pasa inadvertida, cuantas y cuantas veces, amable lector, habrá usted pasado por allí, santiguándose a la carrera y más al pendiente de poder cruzar la calle, que de entretenerse en echar un vistazo a esa casa que es parte integrante de una atmósfera que se integra con un costado de Catedral, la fachada del Teatro Morelos, la exedra de la Plaza.
Antenoche, al filo de las once, ya un poco tarde para recogerse, pero el suscrito que habla es de hábitos nocturnos, pasé por la calle Galeana y me topé con varios camionsotes de volteo en los que se cargaba escombro proveniente de la casa que se hallaba con el portón abierto y una cuadrilla de trabajadores despejando lo que quedaba de las crujías. No se si me tranquilizó o me inquietó la presencia de un funcionario del Centro INAH que presenciaba la labor, porque a ciencia y paciencia del INAH se ha destruido el Centro y transformado de Centro Histórico a Histérico y más recientemente debido a las falsificaciones de las últimas administraciones municipales en Centro Histriónico. Basta recorrer cualquier calle del centro para que uno se percate de lo que se ha perpetrado, todo con “autorización”. Un fuereño diría que la ciudad ha sido bombardeada, se han derruido apresuradamente muchas fincas y transformado con “autorización” en estacionamientos, sin orden, sin planeación, sin control. Casas habitación se han convertido en aglomerados de oficinas y consultorios con “autorización” multiplicando las descargas al drenaje, multiplicando las necesidades de servicios, sobrecargando el centro y propiciando que al desaparecer las viviendas se vuelva un centro muerto por las noches, lo que cualquiera puede comprobar al recorrer el parián después de las nueve de la noche.
La historia reciente de la casa de la calle Galeana es curiosa. Los antepenúltimos propietarios la familia Berlié la vendieron a un señor comerciante de apellido Rodríguez que pretendió obtener autorización para transformarla en un centrito comercial, algo parecido a otro de su propiedad de estilo “neocúrsico” ubicado en la tercera cuadra de la calle Rivero y Gutiérrez acera poniente. Ya se sabe que en gustos y colores no se disputa, pero existen regulaciones urbanas que deben acatarse. El señor Rodríguez no obtuvo el permiso para modificar la casa y tomó entonces una determinación que ha sido común a muchos propietarios de fincas catalogadas o situadas en un contexto urbano que limitan su uso, decidió darle una “ayudadita” para acelerar su deterioro. La receta es fácil, alguna noche o algún fin de semana, a puerta cerrada, un albañil tira las jambas de los pórticos, que en las casas viejas eran de cantera, lo que deja sin soporte a la estructura, luego unas ranuras en las vigas acelerarán su rotura, y dejar de limpiar y desyerbar las azoteas propiciarán que la acumulación de humedad y las raíces completen la tarea destructora. La casa de Galeana empezó a acusar los efectos y se desplomó una parte del techo.
Personas interesadas en la conservación del Centro presionaron a las autoridades y al encontrarse las pruebas de que se habían aplicado a la casa la receta destructora se inició un proceso de responsabilidad en contra del dueño, proceso que se vio interrumpido por una penosa enfermedad del propietario que finalmente acabó con su vida. Nadie tuvo en interés en rescatar la casa, hasta recientemente en que integrantes de la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana hicieron el planteamiento de un posible rescate tanto al Ing. Carlos Lozano de la Torre como a la Lic. Lorena Martínez Rodríguez, para darle un uso digno y acorde con el entorno y sobre todo liberarla de los comerciantes, que lamentablemente parecen solo juzgar los aspectos mercantiles de un inmueble. Las autoridades federales tuvieron conocimiento del planteamiento de rescate.
Ayer tuve conocimiento que la casa fue vendida a un comerciante chiapaneco que construirá su casa habitación y que eventualmente más adelante buscará que se le autorice algún uso comercial. Ojalá que las autoridades de Antropología, del Ayuntamiento y de Gobierno del Estado, ahora si, den muestra de interés y preocupación por la conservación del Centro, que ahora ya es, como parte integrante del Camino de la Plata, patrimonio cultural de la humanidad, y obliguen al nuevo propietario a reconstruir lo destruido y a mantener la finca, característica, emblemática, para la posteridad. Aunque quizás lo mejor fuera expropiarla, como se ha hecho con otras fincas tradicionales.
Hemos perdido tanto de esta ciudad, que lo poco que nos queda merece conservarse.















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