"…un secreto para el éxito: hay que dar liebre por gato." Carlos Llano.
Lo dijo el gobernador. Hay quien dice que la principal virtud de un político estriba no en lo que dice, sino en lo que calla, pero cuando el gobernador dice algo, más vale hacerle caso. Se trata de un mensaje tajante y directo para sus colaboradores, el que no aguante el paso se va, así sea el más joven o el más viejo, el más cercano o el más ajeno, el esfuerzo deberá ser mayor que nunca, las necesidades de Aguascalientes y la exigencia del nuevo gobierno lo requieren. Apenas a poco más de tres meses de haber tomado posesión puede tomarse por lo menos en tres sentidos, o bien es una llamada de atención porque siente que no todo mundo está dando su máximo esfuerzo, o bien es una excitativa para que todavía se esfuercen para caminar el kilómetro extra, o bien, que el nivel de exigencia que el gobernador tiene para sí mismo lo aplica para sus colaboradores. Ninguna complacencia y menos aún la autocomplacencia.
Seguramente a más de algún desocupado lector parecería un desatino juntar en los epígrafes a dos personajes tan disímbolos como el comandante Ernesto Guevara y el filósofo Carlos Llano, uno, adalid de una izquierda romántica de la que, pese al paso de los años, sigo sintiendo nostalgia. Otra, la visión realista de un empresario de formación humanista cristiana que concibió la empresa como oportunidad de servicio, de crecimiento personal y, por qué no, de apostolado. Me parece que las dos citas son complementarias y ejemplifican, digo yo, que aún con visiones ideológicas contradictorias, por no decir contrarias, la exigencia para dar el máximo esfuerzo es característica de los triunfadores, y uso el concepto de triunfador en el sentido más amplio, triunfador ante el mundo o triunfador ante si mismo.
En su Diario de campaña en Bolivia, el Ché anota la observación de que en una columna guerrillera todos deben tener la máxima preparación y la mayor motivación. Si alguno no tiene la capacidad de aguantar el paso del resto, sucede una de dos, o se deshacen de él para poder avanzar al ritmo necesario o disminuyen la velocidad de la marcha y comprometen la seguridad de todos. Para el líder no hay opción, sus hombres, todos, deben ser los mejores hombres que puedan conseguirse para su trabajo, el que no aguante el paso tendrá que irse, porque de lo contrario pone en riesgo la actividad del resto y la finalidad conjunta que se proponen, llámese guerra de guerrillas, carrera ciclista, enseñanza-aprendizaje, o gobierno.
Carlos Llano fundador de la Universidad Panamericana y del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (por citar sólo dos de sus obras públicas), filósofo del individuo y de la empresa, gustaba de jugar con el lenguaje y con los conceptos. Le servía para ejemplificar. Recuerdo una extraordinaria conferencia llamada "La excelencia fuera de contexto". En ella Carlo Llano hacía referencia al esfuerzo, al tesón, al trabajo, y citaba los anuncios de alguna academia: "Aprenda inglés sin esfuerzo" y los destruía de un golpe: "Y para qué demonios me sirve un vago bilingüe". De ese afán lúdico ejemplificador viene la frase "dar liebre por gato" que cambia los términos de refrán. Dar gato por liebre, todos lo sabemos, es engañar, dando un servicio o un producto de menor calidad al ofrecido. Dar liebre por gato es justamente lo contrario, siempre dar más de lo que se espera de uno.
(Plan municipal o plan citadino.- A la Presidente Municipal Licenciada Lorena Martínez Rodríguez la convencieron sus asesores, a mi no. No hay justificación para usar ciudad en vez de municipio. Ni histórica, ni jurídica, ni etimológicamente. La característica fundamental del municipium que ciertamente surgió después de la civitas y de la colonia fue el auto gobierno y el Ius Latii de sus habitantes. Claro que tenemos una gran ciudad pero el municipio es más que eso.)
Su trabajo con la iniciativa privada le dotó también de los elementos que le permiten entender la lógica de la empresa desde dentro. En la empresa privada no hay lugar para contemplaciones y miramientos. Si no se cumplen las expectativas la empresa fracasa, quiebra, desaparece. ¡Cuántas historias de esas conocemos!. Si se cede a la autocomplacencia se está sacrificando la empresa y con ella su razón de ser, el servicio a la comunidad. Una empresa que no ofrece a su entorno social lo que este demanda, desaparece. En el servicio público la exigencia debe ser mayor, porque por su naturaleza no existe una correlación tan clara entre el servicio y la permanencia. La sociedad tiende a reaccionar más lentamente ante la función gubernamental. La prueba la tenemos en nuestro estado, tras gobiernos más o menos exitosos, la situación actual resulta poco menos que crítica, de allí que el nivel de exigencia que Carlos Lozano anunció, corresponde a su propia exigencia pero sin duda a la necesidad social, que, lo digo yo, no puede aguantar más gobiernos ineficientes, ineficaces o lo que es peor, corruptos.
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