Una de las características de la Iglesia Católica Romana es la exaltación de los hombres que han llevado una vida de virtudes y que por lo mismo se convierten en modelos a seguir para la Iglesia, entendida como el cuerpo místico. Esa misma característica ha sido cuestionada por otras iglesias cristianas que consideran que el culto a "los santos" se convierte en una "deización" suplantándose la adoración de la que solo puede ser objeto el Dios. Desde siempre, y esto es decir desde la iglesia de las catacumbas y de los mártires, ha habido creyentes que se han distinguido por su entrega hasta el martirologio o por su vida ejemplar, el reconocerles dice la Iglesia no significa de ninguna manera el culto divino, sino por el contrario ejemplificar con su conducta y mostrar que es posible una vida santa en el medio de los enemigos que decía el catecismo del Padre Ripalda: el mundo, el demonio y la carne.
Para que la iglesia declare que la vida de una persona y la persona misma sea objeto de veneración requiere un proceso que es en realidad un juicio que se inicia con la investigación de la vida y obras del candidato, se recogen testimonios, se acumulan pruebas, se crea un expediente y se nombra un postulador ante la denominada Congregación para la causa de los Santos. Se nombra también un personaje al que se le ha conocido como abogado del diablo, el que por cierto asume el papel de cuestionar la procedencia de la venerabilidad del candidato. En ese sentido el "abogado del diablo" se parece bastante más al demonio del libro de Job, que a Mefistófeles, Lucifer, o comoquiera que se le conozca en la tradición. El diablo de Job tiene la función de "poner a prueba" a aquel hombre justo entre los justos, previo permiso divino, con una serie de calamidades que tenderá a demostrar si realmente es un hombre íntegro o sólo es un hombre situado, como ahora se dice, en la zona de confort de una vida poltrona, con bienes y sirvientes a su servicio.
El Santoral de la Iglesia consigna multitud de personas que han sido dignas de ocupar un lugar en los altares y en la veneración pública, aunque también hay que decirlo, algunos de los elevados a los altares fueron cuestionados al encontrarse con nuevas investigaciones serias dudas sobre su historicidad y sobre sus virtudes. Durante el pontificado de S.S. Paulo VI, algunos santos fueron objeto de un proceso de investigación y en algunos casos se permitió la continuación del culto atendiendo a la tradición, aun cuando su existencia y sus virtudes fueran desconocidas. También durante la "nueva iglesia montiniana" como le llamó Porfirio Miranda S.J., se volvió más estricto el proceso para la beatificación y en su caso la canonización. S.S. Paulo VI tuvo la delicada tarea de culminar el concilio Vaticano II que había iniciado su antecesor S.S. Juan XXIII y dotar a la iglesia moderna de documentos importantísimos para la doctrina, desde luego la Constitución Apóstólica "Gaudium et Spes", y encíclicas claves como "Populorum Progressio", "Laborem excersens" y "Humanae Vitae", por citar las más relevantes en temas de gran actualidad y delicado trato, el desarrollo de los pueblos, el trabajo en la posmodernidad y la vida humana.
El pontificado de S.S. Juan Pablo II ha sido uno de los más largos de la historia, por lo mismo fue posible definir ciertas características atribuibles a la personalidad del propio Karol Wojtyla. El hecho de ser de origen polaco cuando en los últimos siglos la exclusiva detentación del papado la habían tenido los cardenales italianos, la circunstancia de que su actuación fue un factor determinante para la caída del muro de Berlín y con ella la estrepitosa debacle del "comunismo" de la URSS, su vocación ecuménica y su natural afable, lo convirtió en un referente indispensable en las relaciones internacionales y modelo para la conducta de los millones de católicos del mundo. En un momento crítico para el papel de las religiones en el mundo, la Iglesia Católica ha sido sometida a duras críticas que van más, a mi manera de ver, por el comportamiento reprobable de algunos de sus ministros especialmente destacados, que por el cuestionamiento del dogma y de sus enseñanzas como programa de vida, como norma de convivencia y como aspiración a una vida digna y justa. Juan Pablo II es un emblema de la lucha contra los totalitarismos y su imagen bondadosa es identificada fácilmente por cristianos y no cristianos. De allí que, al margen de otras consideraciones seguramente más de fondo, su beatificación y canonización son redituables para la Iglesia.
S.S. Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005 tras una dolorosa enfermedad. S.S. Benedicto XVI apenas unos días después, el 28 de abril, determinó dispensar el plazo de cinco años que la Iglesia recomienda observar tras la muerte de una persona, antes de dar inicio a la causa de beatificación. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005. Desde luego existen antecedentes de al menos dos procesos actuales en los que también se llevó a cabo la causa con relativa presteza: el caso de José María Escrivá y el de la madre Teresa de Calcuta.
Tomo del sitio vicariatusurbis de la causa de beatificación algunos datos relevantes del pontificado de Juan Pablo II: ejerció su ministerio con incansable espíritu misionero. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de ese país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas. Más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebraban los miércoles, sin incluir otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Realizó 38 visitas oficiales a otros países y concedió 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros. Celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia. Amplió el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio. Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999). Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.
El próximo primero de mayo la Iglesia Católica elevará a los altares a un hombre de nuestro tiempo, sin cuya actuación, no sería posible entender las circunstancias actuales del mundo. Por fas o por nefas.
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