Wednesday, May 04, 2011

¿El hombre o el programa?

Alguna de las respuestas proferidas por el senador Manlio Fabio Beltrones al ser entrevistado durante su visita a esta ciudad respecto de la sucesión presidencial, me recordó una anécdota de una reunión en la que, por error seguramente, fui invitado. Durante la campaña presidencial del licenciado Miguel de lo Mas gris, se celebró en casa del Dr. José Manuel Ramírez Izunza, a la sazón rector de la UAA, una reunión con intelectuales hidrocálidos como parte de la campaña en Aguascalientes. Gracias a la amistad de Alfredo de la Rosa y a su cercanía con Miguel Limón me convertí en intelectual y me colé a la reunión, que por cierto era una cena y muy bien servida. Por supuesto, amable y curioso lector, que ardo en deseos de platicarle quienes eran los demás diz que intelectuales, pero me voy a aguantar y sólo mencionaré la presencia de Don Manuel Moreno Sánchez, que había sido senador de la república y uno de los más cercanos colaboradores y amigos del presidente Adolfo López Mateos.
Don Manuel Moreno había pasado de una postura ortodoxa dentro de su partido, a una posición crítica, que nada cuesta pensar que pudo deberse a no haber sido nunca gobernador de Aguascalientes. La historia reciente nos da cuenta de dolencias similares en otros personajes de la política local. El caso es que Moreno Sánchez, talentoso e informado, solía hacer juicios críticos, fundamentados y con miga. En la reunión luego de que Miguel de la Madrid invitó a un intercambio de opiniones, Moreno Sánchez señaló la pobreza de las campañas presidenciales. En México, dijo, el candidato a la presidencia de la república hace campaña de presidente municipal, preguntando localidad por localidad que necesitan. Aquí un puente, allá una escuela, más allá un auditorio, quienes un salón de baile, quienes más un pozo, tareas todas de un alcalde, no de un estadista como debiera ser el presidente de la república.
Mientras Don Manuel hablaba, otros de los presentes, acompañantes de De la Madrid, parecían estar a punto de estallar: un moreno grandote colorado colorado, que era Manuel Bartlet, un chaparrito pelón que le decían Carlos Salinas, otro galán que respondía al nombre de José Ramón López Portillo. ¿Cómo era posible que se le faltase al respeto de tal manera al señor candidato? ¿Quién se creía ese viejo, emisario del antepasado que increpaba a la encarnación de la nueva política mexicana?. El propio De la Madrid se encargó de aflojar la tensión, haciéndole preguntas a Moreno Sánchez.
Don Manuel se dio vuelo y entre otras cosas señaló: los mexicanos no sabemos por qué votamos, cuando mucho sabemos por quién votamos. El candidato recoge inquietudes, formula consultas, participa en foros, escucha peticiones, despliega sonrisas y fundamentalmente reparte esperanzas, de chambas, de obras, de ayudas, etc.. A partir de lo que recogió se elabora, podemos aceptar que con una buena metodología, un plan de gobierno que desarrollará el elegido. Pero el candidato no propone un proyecto de gobierno, escucha y promete dar soluciones, pero no compromete medios ni vías. Podemos ejemplificar: en Francia Mitterrand realizó una campaña de cuatro días en la que delineó un proyecto socialista para el país, cuando los franceses votaron por él, sabían que votaban, entre otras cosas por la estatización de la banca. Los mexicanos que en México votaron por López Portillo (por cierto sin candidato opositor) nunca imaginaron que estaban votando por la estatización de la banca, la triste venganza de un presidente frívolo e ineficaz, que quiso salvar su "honrilla" con un acto teatral de última hora.
Me parece que el Senador Beltrones pone, como suele hacerlo, con precisión, atingencia y aseo, los puntos sobre las íes. Para decirlo coloquialmente no se debe poner la carreta delante de los bueyes. El Senador dice que su partido primero debe preguntarse ¿para qué quiere ganar la presidencia de la república?. Aquí sí, dicho sea con todo respeto, me parece que el Senador comete un exceso retórico. Me recuerda la boda aquella en la que el hermano de la novia no permitía que la pareja saliera a su viaje de luna de miel porque el novio quería fornicar con la novia. Evidentemente la razón de ser de todo partido político es la obtención y conservación del poder. Si algo le hemos de creer al preceptor de César Borja es que el príncipe debe lograr y mantener el poder, como lo dijo en un breve tratado que ha trascendido su tiempo, Nicolás Maquiavelo.
Salvo la licencia retórica del Senador, tenemos que convenir con él que en México, no tenemos un proyecto de país. Que ante la anunciada muerte de las ideologías los partidos políticos se han desdibujado y se parecen tanto unos a otros, que ahora resulta que sus piezas son fungibles, sus hombres intercambiables. Hoy los vemos defendiendo apasionadamente los colores de uno, mañana con el mismo celo desgarrándose las vestiduras por otras divisas. Resulta alentador cuando existe en una persona congruencia, sentido, permanencia, y eso, a fin de cuentas se reconoce.
El debate que el Senador Beltrones propone, no es un ejercicio de política matraquera (me encantó esta frase), sino un ejercicio de altura en el que está de por medio, no la elección interna para la definición de un candidato, sino el futuro del país. Ya el mero planteamiento del problema es un paso adelante en la búsqueda de la solución. Si no tenemos claro a dónde queremos ir, poco importa el camino que tomemos. Cuando Alicia (la del país de las Maravillas, algo así como Foxilandia, o el mundo de juguete del Lic. No de la UNAM, Calderón) pregunta cómo salir de allí, el Sombrero Loco le responde, -¿a dónde quieres ir?, -sólo quiero salir de aquí-, -entonces camina, siempre llegarás a alguna parte con tal de que camines bastante-.
Pero, no se trata de llegar a alguna parte, ya estamos en alguna parte. Se trata de asumir un rumbo para el país. El reto es lograr un debate incluyente, propositivo, maduro, sereno, innovador, que garantice mínimamente la participación de una cantidad representativa de los ciudadanos, de manera que podamos hablar de que el resultado pueda pasar por un proyecto nacional.
El senador Beltrones parece ir a contracorriente de la tendencia mundial de la llamada posdemocracia: no importa qué vendas, lo que importa es que lo ofrezcas bien envuelto y lo promuevas bien. Si es bonito, simpático, y está adecuadamente promovido la gente votará por ese candidato, no importa cuál sea su programa, ni importa que su propuesta sea tan general como el "Change we need" de un negrito simpaticón, que ahora con el golpe mediático del asesinato (si se quiere en defensa propia) de Osama Bin Laden, parece asegurar su reelección.
Por el bien del país, el debate sobre su futuro y los medios para alcanzarlo no puede ser suplantado por las campañas de los medios de comunicación masiva. Soñar no cuesta nada.

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