(MINIENCUESTA SOBRE LA MAESTRA: Qué opinó... un prelado “algo tiene el agua cuando la bendicen”... un jefe militar: “no que no tronabas pistolita”... un ganadero: “pa' los toros del Jaral los caballos de allá mesmo”... un mesonero: “chiquita... pero picosa”... un facultativo: “es mucha medicina”... un maestro leal: “se las sabe de todas, todas”... un maestro disidente: “es gente de cuidado”... y Gabriel Arellano (estrenando nariz): “chata, pero las huele”.)
Se decía y nos lo dijeron que era pecado leer la Biblia protestante y también lo era asistir a la biblioteca del Centro Social Morelos, que junto con la Enrique Fernández Ledezma eran las únicas bibliotecas públicas. La de la Prepa (Instituto de Ciencias de Aguascalientes) no contaba, ¿quién se iba a animar a meterse allí? Fue el ilustre canónigo Don Felipe Morones, a la sazón custodio de Catedral, quien me desengañó, ninguna de las dos cosas era pecado. Así que me convertí en asiduo visitante de la biblioteca Morelos al extremo de que muchos libros de mi biblioteca personal proceden de ella. ¡Alto ahí! Ligero y mal pensado lector, cuando iba a cerrar la biblioteca dispusieron en varias mesas los libros que a la Iglesia que la administraba no le interesaba conservar.
Con el aniversario mil aprendí también que el texto más antiguo que se conoce escrito en “castellano” es el conocido como “nodicia de qesos” que es la relación en un pedazo de papel rústico de los quesos existentes en la bodega de un convento del Reino de León, seguramente realizado por Fray “Papilla” (cfr. Marcelino Pan y Vino). ¿Que por qué se dice que ya es castellano y no latín vulgar? Según leí, porque desaparece la declinación nominal y aparecen ya en la estructura los casos gramaticales. La “nodicia de qesos” es una joyita para los amantes de meterse en los vericuetos de la lengua.
Ya entrado en gastos y recordando el “nihil obstat” del ilustre Canónigo Morones me dediqué a buscar la Biblia Reina Valera, que según pensaba era obra de una sola persona. En la búsqueda aprendí que la edición “príncipe” (así le llaman a una primera edición), fue obra exclusivamente de Casiodoro de Reina y que ésta se publicó en 1592, naturalmente sin “imprimatur”, ilustrada en la portadilla con un grabado que representa a un oso tratando de alcanzar un panal cargado de miel, de allí que se le conozca como la “Biblia del Oso” y que años adelante fue revisada por Cipriano de Valera y publicada en 1602 rindiendo crédito a ambos. En 1865 se hizo una actualización y se fijó, diríamos la versión definitiva, sin embargo las ediciones que se suelen conseguir en México son de la revisión de 1960 y mas recientemente con revisión, anotaciones y cotejos con otras traducciones.
La universidad nacional en un gran esfuerzo editorial de los cuarentas publicó una colección de obras clásicas entre las que se comprendió “Los Cuatro Evangelios” en la versión al “castellano” Reina Valera sin revisiones, salvo las adecuaciones ortográficas, lo que fue un aliciente para seguir buscando.
(Año y medio sin SME, pero con Martín Esparza.- Alguna vez el doctor Ignacio Soberón contestando la pregunta directa de cómo había logrado pacificar la UNAM, dijo: “A veces hace falta despeinarse”. Al SME se le toleró toda clase de ineficiencias, abusos, prebendas mal entendidas y ahora se le toleran provocaciones, plantones, quema de vehículos, daños en propiedad ajena. Y como dijo el Piporro ¿para qué te regresabas si ya habías ganado? Javier Lozano no se quiere despeinar.)
Hace aproximadamente dos años, a través de mi exalumno, ahora mi amigo, Roberto Medrano, a quien guardo un especial afecto por una historia personal que nos enriqueció a ambos, conocí al Pastor Francisco Presenda, a quien en una charla de café le platiqué de la Biblia consabida. Él no la conocía pero se ofreció a investigar. Una red más lanzada al mar, pero ¡hete aquí! Que la semana pasada llegó Roberto a mi oficina llevando de parte del Pastor Presenda la Biblia del Oso, en una cuidadosa edición facsimilar. ¡Después de treinta años de búsqueda!
La dedicatoria del Pastor señala que un hombre y un libro tienen respuesta para las novísimas y actuales preocupaciones del Hombre: Cristo y la Biblia. Aparte del valor de ser considerado un libro sagrado y fuente de la revelación, la edición príncipe en “castellano” es un documento interesantísimo no sólo por su valor indudable como documento histórico de la lengua, sino por la “amonestación al lector” que realiza el traductor Casiodoro de Reina. Su lectura no es fácil, baste recordar al lector que en ese tiempo la “ese” se escribía como “efe”, la “uvé” como “u”, la “hache” como “efe”, la “ene” se escribía como una tilde sobre la letra que le precedía, eso sin contar la diferente grafía, la sintaxis y los giros del lenguaje propios del tiempo.
Como le dije al Pastor, su regalo me llegó en el momento preciso, las cosas llegan cuando han de llegar. En tiempo de cuaresma, tiempo de meditación, tiempo de luto, tiempo de reflexión. Y yo le invito, amable lector, a aprovechar estos días para releer algún pasaje de la Biblia, al menos el Nuevo Testamento. El Cristianismo como programa de vida, es valioso por sí mismo, si además es su convicción religiosa le dará un plusvalor.
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