Wednesday, May 18, 2011

El Cristo de Bonaterra, casi un milagro.

La semana pasada algunas columnas de los diarios locales señalaron la posibilidad de que el Cristo de Bonaterra fuese trasladado a la Santa Iglesia Catedral Basílica, donde podría ser objeto de la veneración de todos los católicos. Al parecer existe consenso entre las máximas autoridades, la civil del estado y la católica de la diócesis. Las notas fueron escuetas y en algunos sentidos inexactas y creo que desempolvando el ático quedan algunos recuerdos que pueden complementar la información y aportar algunos elementos para quienes habrán de tomar la decisión definitiva. Tuve la fortuna de participar de manera cercana junto con un grupo de entusiastas empresarios aguascalentenses que se echaron a cuestas la epopeya de crear una universidad, la primera universidad privada de la entidad. Se constituyeron en una asociación civil: la fundación Bona Terra A.C. que dio origen a la Universidad Bonaterra A.C.. El presidente de la fundación era el señor Carlos García Villanueva, el director de Desarrollo de Recursos el Ingeniero Carlos Lozano de la Torre y el primer rector el licenciado en contaduría y en derecho Pepe Romo Saucedo.
Al anunciarse la visita de su Santidad Juan Pablo II a México y saberse que llegaría al aeropuerto de Aguascalientes para trasladarse de allí a San Juan de los Lagos, en la reunión de la entonces llamada Junta de Gobierno de Bonaterra en el hotel Las Trojes gracias a la hospitalidad del ingeniero Víctor M. Castelazo (uno de los primeros benefactores de la universidad), se planteó la posibilidad de mandar a hacer una reproducción en tamaño natural del Cristo que coronaba la férula (nombre que recibe el báculo pastoral del Sumo Pontífice), para pedir a S.S. que la bendijera y colocarla junto a la primera piedra de la naciente universidad.
Por cierto, su Santidad Juan Pablo II había adoptado la última férula que había usado S.S. Paulo VI, un báculo rematado por un crucifijo con la furca (el travesaño) ligeramente curvo y el Cristo exánime con las rodillas flexionadas pronunciadamente. Antes de S.S. Paulo VI prácticamente había caído en desuso la férula utilizándola solamente en algunos ritos de especial importancia. Pío IX la usaba cotidianamente, era una cruz patriarcal, pero los pontífices siguientes la usaron poco. En alguna rara fotografía S.S. Juan XXIII aparece usando la férula con la cruz patriarcal de S.S. Pío IX. S.S. Paulo Vi mandó a hacer varias férulas rematadas por crucifijos hasta que finalmente en diciembre de 1965 empezó a utilizar la férula con la cruz curva obra del artista napolitano Lello Scorzelli. La misma fue utilizada fugazmente, como su pontificado, por S.S. Juan Pablo I, y luego adoptada por S.S. Juan Paulo II, aunque excepcionalmente utilizó también una férula con una cruz de tres brazos usada por S.S. Silvestre I. El pontífice actual utilizó durante cerca de dos años la misma férula de su antecesor, luego cambió para utilizar la de S.S. Pío IX y actualmente utiliza una más pequeña y seguramente más ligera y con un cordero en el cruce.
La cruz para Bonaterra le fue encargada al escultor aguascalentense Fernando Villegas y estuvo varias veces a punto de concretarse. Haberse terminado a tiempo pese a todas las vicisitudes es para Fernando un milagro, yo más mesurado digo que casi un milagro. Uno de los integrantes de la junta de gobierno propuso la obra lo que resultaba gratificante para el escultor, pero el primer obstáculo fue el costo, no tanto por el trabajo que el artista prácticamente regalaba sino por el material, en particular el bronce y la fundición. Se pensó en la opción de hacer el Cristo en mármol pero fue Yola de García Villanueva quien dijo al escultor, "Tú hazla y ya veremos como se paga".
El tiempo apremiaba, prácticamente se contaba con un mes. El problema inmediato era contar con el modelo. Había muchas fotos en los diarios y revistas que representaban al Papa con la férula, pero ninguna que fuera suficientemente grande y clara como para tomarla como modelo. El resultado es un crucifijo que alude, más que representa al de la férula. En otras palabras es una obra original inspirada en aquella. Quince días y noches de trabajo intenso con la gran motivación de la obra y su fin, dieron por resultado el modelo en plastilina. Para esto, no había tiempo para construir una armazón suficientemente fuerte, el artista utilizó un castillo de esos que se utilizan en la construcción y con el alambrón armó y sujeto la estructura para el modelo. No había tiempo para más. Había que sacar los moldes para el vaciado en yeso. El fundidor, suelen ser así los fundidores, puso multitud de objeciones insistiendo en que los moldes no se podían sacar en posición vertical, de allí propuso recostarla. Al intentarlo la fragilidad de la armazón se puso de manifiesto y se deformó la obra. La irguieron de nuevo y milagrosamente (casi milagrosamente digo yo), recuperó su forma con leves fallas que se corrigieron.
Sacados los moldes de yeso se procedió al vaciado, también en yeso, el fundidor consiguió el material y se realizó el vaciado. Pasado el tiempo normal de fraguado se procedió a quitar los moldes pero al separar las primeras partes, el cincel se hundió como si no hubiera material. Se pensó que no se había llenado así que se trató de rellenar el espacio, pero no, no había manera de vaciar más yeso. Se intentó separar otra parte de los moldes y el cincel se hundía: ¡El yeso no había fraguado! ¡El yeso no fraguaba! ¡El tiempo se agotaba!. La obra se llevó al sol para tratar de acelerar el fraguado y al fin se pudieron quitar los moldes, la escultura parecía de mantequilla, con una ventaja, el sol no la reblandecía sino que poco a poco la endurecía, no lo suficiente para que se sostuviera sola pero si lo bastante como para permitir montarla sobre una cruz de madera que le diera soporte y permitiera trasladarla al aeropuerto en donde menos de 24 horas después habría de llegar el Pontífice. A las carreras se le dio el acabado se le dio la pátina y se dejó lista para el traslado. ¡Ah! Pero no se contaba con la lluvia. Para una pieza a medio fraguar el movimiento y la humedad son fatales, sólo un milagro la podría salvar.
Carlos García Villanueva dispuso su traslado al Aeropuerto, tendría que ser antes de las 6 de la tarde, porque a esa hora el Estado Mayor cerraría el acceso. El artista estaba seguro que el traslado acabaría con la obra tan frágilmente soportada. El transportista, sin embargo se las ingenió para sujetar bajo la cruz de madera resortes de colchón que amortiguaran el traqueteo del traslado. Pero la habilidad no fue suficiente la humedad y el golpeteo habían provocado nuevas grietas que requirieron restauración y nuevo tratamiento final. Apenas dio tiempo para el acabado antes de que se cerrara el aeropuerto.
La escultura fue colocada en un templete y cubierta con plásticos para resguardarla de la lluvia. Desde un lugar permitido Fernando Villegas contemplaba su obra seguro de que de un momento a otro empezaría a desmoronarse. Como miles de fieles, él pasó la noche en vela, aquellos ilusionados con la visita de S.S., él, atribulado esperando el momento de la debacle. Milagrosamente (casi milagrosamente digo yo) escampó, el día amaneció como para visita papal, el sol refulgente y la obra completa. Pero ¿resistiría ahora al quitarle las cubiertas? ¿soportaría el cambio de temperatura de la noche al calor del día? ¿aguantaría siquiera hasta que S.S. la bendijera?
Llegó el avión papal, S.S. se dirigió al templete pasó de largo por la cruz y repentinamente pareció caer en cuenta de que era su cruz, regresó se inclinó reverentemente y besó los pies del crucificado. Milagrosamente la obra había sorteado toda serie de contratiempos y S.S. Juan Pablo II la había, al besarla, convertido en una reliquia no sólo para Bonaterra sino para la grey católica de Aguascalientes.

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