(11-11-11.- Los aspirantes a agoreros
aprovecharon la secuencia numérica, día 11 del mes 11 del año 11 para
pronosticar, desde un día propicio para recargarse de energía hasta el fin del
mundo a cargo de algún asteroide despistado. Sólo que el 2011 en numerología
suma 4 y la suma total de los dígitos de la tríada es 8, el número de la
fuerza, que se repite tres veces durante este mes. ¡Pseudo ciencia y pseudo
religión!.)
Hace unos días, menos de una semana probablemente,
escuche en la radio la noticia de que la Procuraduría General de la República y
una importante universidad con sede en la ciudad de Mexico y sucursales en
Guadalajara y Aguascalientes, habían celebrado un convenio con objeto de que la
universidad ofreciera una maestría en Procuración de Justicia. Lo que no está nada mal, pero me dejó la mosca
chillando en la oreja, no tanto la nota cuanto su complemento, que señalaba que
los planes, programas y contenidos serían proporcionados por la Procuraduría.
La noticia y el convenio en sí mismos no significarían nada, salvo para algunos
suspicaces como este escribidor que, como me decía mi papá, no dejo de buscarle
chiches a las hormigas.
Dejemos de lado un momento a la procuración de
justicia para plantearnos la visión generalizada de la Universidad, así con
mayúscula, para no referirme a ninguna
en particular. Se afirma la necesidad, por no decir la obligación de que las
casas de estudios doten a la sociedad de personal capacitado que se integre a
la o a las cadenas de producción de las empresas para su mejor desempeño, lo
que por sí mismo, tampoco parece mal, salvo para alguien excesivamente
quisquilloso.
Pero dejemos de lado por un momento la Universidad
como proveedora de engranajes para una cadena de producción para fijarnos en el
tipo de promoción que en la actualidad realizan las universidades, por ejemplo:
"Universidad Patito por el International Institute of Eficiency Patítica",
"Todas nuestras carreras certificadas por el organismo regulador de la
calidad universitaria en la América Latina con reconocimiento hasta la
Patagonia". La Universidad recurre a otros organismos para asegurar su
solvencia.
Cuando la universidad occidental surgió a principios
del siglo XIII, (Bolonia y Paris se disputan el honor de haber sido la cuna de
la institución), se creó para transmitir los conocimientos. En Bolonia, los
comerciantes boloñeses que cada vez mas establecían importantes rutas de
comercialización con Asia Menor, Mayor y con el resto de Europa, requerían de
conocimientos jurídicos para formalizar sus transacciones, por ello empezaron a
contratar juristas que tuvieran los conocimientos en comercio
"internacional" para que los ilustrasen. Llama la atención que los
alumnos al contratar a los maestros precisaban los temas que habrían de
impartirse y, más aún, requerían de una caución por parte del maestro, que
garantizara que enseñaría todos los temas que ofreciera impartir. Los estudian
tenían no solo la mejor disposición sino el total interés para aprender.
Al reunir en sus claustros a los grandes maestros la
Universidad pasó a ser no sólo la transmisora de los conocimientos sino el
ámbito por excelencia para su creación y la depositaria del saber. Costó
trabajo, pero la universidad se desembarazó de su origen religioso para, por el
contrario, enarbolar la bandera de la libertad de investigación y la libertad
de cátedra, universidad y libertad se vieron entonces como conceptos sinónimos.
Durante muchos años, varios siglos, la Universidad
cumplió sus tareas institucionales, agregándose más o menos recientemente la
vertiente de difusión o extensión, incorporándose como función sustantiva de la
Universidad el participar a la comunidad a la cual se debe, los conocimientos,
las experiencias y en general la cultura. En rigor esta función se ofrece de
manera formalizada e informalizada. En algunos casos como cursos de extensión
sin prerrequisitos académicos, en otros simplemente ofreciendo exposiciones,
conciertos, conferencias, etc., para la comunidad en general.
La Universidad sobrevivió todos estos años como la
entidad no sólo creadora, depositaria y difusora de las ciencias y las artes,
sino de manera fundamental como el organismo certificador por excelencia de
esos conocimientos. En algunos casos por méritos propios, en otros, por
delegación del estado, que, como en otras áreas, por el mero hecho de ser el
monopolizador de la fuerza, se arroga también el monopolio de la economía, el
monopolio del saber, el monopolio de los monopolios. La función del estado,
dependiendo de la concepción política o ideológica prevaleciente, puede ir
desde un mero estado policía, limitándose a vigilar el orden y la seguridad, en
tanto que en las concepciones totalitarias cubriría todos los ámbitos de la
vida pública y no pocos de la vida privada.
En los últimos años, sin embargo, se ha dado un
desplazamiento de las funciones sustantivas de la universidad. El desarrollo
tecnológico requiere cada vez más de instalaciones, equipo y personal
sofisticado, que sólo pocas universidades pueden obtener. Si se compara, por
ejemplo el número de patentes que provienen de las áreas universitarias contra
las que son registradas por el área empresarial, la ventaja para ésta última es
apabullante. La universidad, cada vez más, se limita a ser repreoductora y
transmisora de los conocimientos que se producen en otros ámbitos y que llegan
a ella a efecto de que preparar el personal que las empresas requerirán. Las
empresas se ahorran en buena medida la preparación, capacitación y
entrenamiento que de otra forma tendrían que dar a su personal. ¿Para qué
gastar en ello cuando la Universidad lo puede hacer con cargo a los propios
capacitados o con cargo al estado?
Otro fenómeno de nuestro tiempo es el surgimiento de
entidades privadas que trabajando concomitantemente con la empresa se encargan de asegurar a ésta que los
procedimientos y los contenidos correspondan a sus necesidades. Estas entidades
certificadoras han alcanzado también a las universidades y la certificadora
ahora es certificada. Una empresa
mercantil con intereses claramente mercantiles convierte en mercancía el
otorgamiento de una mención que asegure que una entidad pública o privada
realiza determinados procedimientos en la forma que dice que los realiza y
estandariza los criterios para un sistema de mercado y de producción
neoliberal.
Lo más grave, a mi parecer, es que la universidad ha abdicado
de su papel social más relevante: ser la conciencia crítica de la sociedad.
Analizar todas las corrientes de pensamiento, todos los criterios, todas las
ideologías, exhibir las lacras, cuestionar las incongruencias, condenar las
desviaciones, pero también exaltar lo positivo, estar siempre un paso adelante
y tener la mira en el futuro.
¡Se lumen proferre!
(El candidato legítimo.- En la
picaresca de la política nacional el Peje es un personaje imprescindible, es el
patiño, es la pareja, es el contrapunto. Pudo haberse convertido en un
referente digno como lo es el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, víctima del sistema
cuyo sacrificio político contribuyó eficazmente a un proceso democratizador que
aún no termina, el Peje prefirió la comedia al drama. Es la nota de color y el
detalle chusco, pero en serio, no se le podrá tomar en serio.)
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